parteaguas

El tiempo es como un río formado por los hechos que adquiere violenta corriente. Apenas se advierte uno cuando otro ocupa su lugar para dejar paso al que le sigue. Lo que no especifica la famosa frase de Marco Aurelio es que aunque los hechos desembocan en el mar, se evaporan y regresan con la lluvia. Parecería que, como el agua, la historia es cíclica. ¿Cómo se parten las aguas del tiempo? ¿Será que para cambiar el rumbo de nuestra historia hay que empezar por no olvidar?

Actualmente nos atraviesa una de las peores crisis de agua que ha visto el Estado de Nuevo León, pero no es la primera. En 1765 un fenómeno natural “desaparece” el Río Santa Catarina, destinando su corriente al subsuelo. Gracias a aquello, se documentan las primeras medidas para el cuidado del agua en la zona. El crecimiento acelerado de la población, acompañado de una sequía histórica, inició una ola de desempleo alarmante, incentivando el primer depósito y sistema de distribución. 

 Eventualmente se construyen algunas presas. Las aguas encharcadas y la falta de un sistema de drenaje dieron pie a las primeras epidemias registradas. Para hacer las cosas peores, la toma del Obispado de 1846 por las tropas norteamericanas implicó la toma de las reservas del agua de Monterrey, sentenciando a sus defensores. Sin embargo, la ciudad progresivamente llegó a ser una capital industrial de América Latina, arrastrando un periodo de crecimiento sin precedentes.

Para mantener el nivel de desarrollo que exigía Monterrey, municipios aledaños se vieron obligados a abastecer. En 1957 el gobernador Raúl Rangel Frías inauguró una serie de pozos en Mina. En julio del año siguiente, en la compañía de seis madrinas del agua, se celebró el Acueducto Mina – Topo Chico, hazaña ingenieril que desafortunadamente frenaría el crecimiento del pueblo de manera dramática. Ahora, a su 64 aniversario, celebramos a las madrinas del agua que, además de ser testigo de pactos políticos y promesas erróneas de bienestar, nos enseñan a no olvidar.

parteaguas

parteaguas es una iniciativa de mujeres artistas que, por vez primera, trabajan como colectivo. Esta incursión dentro del arte socialmente comprometido, a pesar de las dificultades que presenta dicha etiqueta, busca ofrecer un espacio de reflexión, participación y conversación, detonando nuevos sentires respecto al agua. Por medio de una instalación sonora que además sirve de punto de recolección de botellas de vidrio para reciclaje, así como video, arqueología prehistórica y talleres para niños, la exposición enfatiza nuestra relación con un recurso vital que nos pertenece a todos.

Ana Cadena Payton, curadora.